viernes, 18 de enero de 2008

Lustria: La Legión Perdida de Pirazzo

Fernando Pirazzo de Tobaro, un joven pero experto capitán mercenario, fue contratado para comandar una expedición a Lustria. Como imaginó que su regimiento se tendría que enfrentar a las adversas condiciones de la jungla, entrenó a sus hombres en el uso de la pica y la ballesta, las armas tradicionales de los mercenarios tileanos, antes de embarcarse en tamaña expedición.
Después de ser traicionado por los capitanes de la flota en la que viajaban nada más llegar a Lustria, Pirazzo se hizo con el mando de todos los mercenarios, a los que aunó en un solo regimiento que pasó a denominar Legión Perdida. Tras una complicada marcha hacia el interior de la jungla, la Legión Perdida llegó hasta unas ruinas de los Hombres Lagarto. Allí encontraron grandes cantidades de oro y gemas en diferentes cámaras. En cuanto abandonaron las ruinas, los Hombres Lagarto les tendieron una serie de emboscadas en la avenida principal de la ciudad en ruinas, pero ninguna de ellas consiguió hacer el suficiente daño como para que los mercenarios se vieran forzados a huir en desbandada. La primera de las emboscadas había sido repelida con una sucesión de disparos de ballesta y la segunda se había topado con la infranqueable muralla de picas erigida por los disciplinados soldados de Pirazzo.

Después de la segunda emboscada se produjo una pausa y Pirazzo empezó a considerar la posibilidad de hacer un trato con el líder de los Hombres Lagarto. Le ofrecería sus servicios a cambio de oro y así podría regresar a casa con enormes riquezas. Acto seguido, ordenó a sus hombres que dejaran atrás el tesoro y que procedieran a retirarse ordenadamente por la avenida. Sus hombres no podían entender sus órdenes, pero no las cuestionaron ni por un momento y se retiraron hacia las ruinas.
Cuando amaneció, los centinelas no podían creer lo que veían. Ante ellos no solo estaban las pilas de oro y gemas saqueadas el día anterior (exceptuando las más grandes placas de oro macizo), sino montones de comida y enormes jícaras llenas de agua fresca. A los lados de la plaza central había guerreros de los Hombres Lagarto alineados y formando una ruta de salida hacia el Sur. Pirazzo sabía que esta sería su única oportunidad de escapar, por lo que ordenó a sus hombres que recogieran el botín y los víveres y que siguieran la ruta que les señalaba el enemigo. La legión marchó durante semanas, en las que tuvo que combatir con miríadas de zombis de la Costa del Vampiro, hasta llegar al mar.

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