viernes, 18 de enero de 2008

Los incursores de Tichi Huichi

Tichi Huichi fue considerado durante muchos ciclos solares el hijo perdido de la ciudad templo en ruinas de Enxilada. Cada mañana durante varias décadas llevó a cabo en solitario un ritual de agradecimiento al sol y cuidó de los pozos de desove de la ciudad.
Un día, sin aviso previo, Huichi fue testigo de una situación que nadie había predicho. De todos los pozos de desove empezaron a nacer eslizones. Huichi, atónito, constató que los jóvenes eslizones tenían una pequeña y elaborada cresta, la marca de Itzl, dios de las bestias, que los hacía destacar entre los eslizones comunes y los predestinaba a cabalgar a lomos de los potentes gélidos cornudos (una variedad de gélido nativa de las Tierras del Sur). Además, la cresta era de color rojo; el color de Sotek.

A continuación, Huichi tuvo una revelación. Descendió a las antiguas cavernas excavadas bajo las ruinas de Enxilada y descubrió que su instinto no le engañaba. En las frías y oscuras aguas de las cavernas se había producido el inhabitual nacimiento simbiótico de gélidos cornudos, con escamas de color rojo. ¡Los planes de los Ancestrales se estaban desarrollando ante sus propios ojos!
Huichi entendió que había sido elegido para liderar aquel nuevo desove al ser testigo de su futuro por unos segundos: cabalgaba a lomos de un gélido cornudo y recuperaba los tesoros de los Ancestrales uno tras otro, en uno y otro confín del mundo, mientras unas voces le guiaban en su quehacer.

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